A Santa Francisca Romana

Y Cristo dijo a la vidente: «Yo soy la profundidad del poder divino. Yo he creado el cielo, la tierra, los ríos y los mares. Yo soy la sabiduría divina. Soy la altura y la profundidad; soy la esfera inmensa, la altura del amor, la caridad inestimable. Por mi obediencia, fundada en la humildad, he redimido al género humano.

Santa Francisca Romana vio también el purgatorio, ‘con su fuego claro, de matiz rojizo; con sus diversas moradas de dolor, y, como Dante, su contemporáneo, llevada de la mano misma de Dios, penetró también en el paraíso. Esta visión celeste es más rica de detalles: primero está el cielo estrellado, cuyos mundos, mayores que la tierra, flotan a enormes distancias; después, el cristalino, más brillante todavía, y finalmente el empíreo, que es el más sublime. Su visión más alta fue la del Ser antes de la creación de los ángeles. Era un círculo espléndido e inmenso, que sólo en sí mismo descansaba. Bajo el círculo infinito, el desierto de la nada, y dentro de él una como columna deslumbrante en que se reflejaba la divinidad. Allí, unos caracteres: principio sin principio y fin sin fin. Luego aparecieron los ángeles, a semejanza de copos de nieve que cubren las montañas’.

tomado de: Hijos de la Divina Voluntad

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