¿SABIAS QUE Dios nos habla a través del matrimonio? Cuando involucramos a Dios en el nuestro, somos testimonio vivo y El obra a través nuestro para llevar un mensaje de amor.
Para que Dios esté presente en un matrimonio debemos estar casados por lo católico, esto significa que en el matrimonio siempre está presente Jesús. Bendecidos e inspirados en el amor del Hijo de Dios.
La bendición de la Madre del cielo, la Virgen María es ejemplo de obediencia, amor, ternura, sencillez, humildad, templanza, por eso ella debe ser inspiración para la mujer en el matrimonio. Una mujer que persevera en alcanzar estas virtudes, logra demostrar que en su matrimonio está obrando Dios y lo más importante es que otras mujeres y hasta los mismos hijos viven este ejemplo.
Valorar tu matrimonio y conseguir que otros vean y sientan a Dios a través de tu familia lo puedes lograr teniendo en cuenta estos consejos:
- Siempre tener a DIOS presente en cada paso que se dé. El matrimonio es de tres, Jesús siempre en medio de los esposos. Para perseverar en el amor hasta la muerte no olvides vivir las tres “des”:
DIOS: Las familias que rezan unidas permanecen unidas.
DIALOGO: Ayuda y evita que los problemas crezcan.
DETALLES: No solo de palabra sino de obra. El amor matrimonial nunca puede estar ocioso.
- Amar no es un sentimiento, es una decisión. La capacidad del amor es amar sin medida. Amar es buscar el bien del otro; cuan más grande el bien más grande el amor.
- El amor verdadero nunca tiene fecha de vencimiento a pesar que la convivencia traiga problemas. El amor ama hoy y mañana.
- La prueba más grande y exigente del amor es la duración. La fidelidad es constancia. Hay que elegir entre lo fácil o lo correcto.
- Si quieres ser amado, ama. El verdadero amor busca en el otro no algo para disfrutar, sino alguien a quien hacer feliz.
- El amor es como una fogata que se apaga si no la alimentas. Piensa en sus virtudes y perdona sus defectos.
- Por último que la Eucaristía sea la fuente viva para seguir logrando crecer y caminar siempre hacia un matrimonio santo.
por Natasha Micolta