Por: D. Alvarado
A lo largo de la historia, muchas personas que dejaron su marca en el curso de la humanidad y que su memoria vive con el paso de las generaciones, han pensado en la existencia de un ser superior por el que todo existe y sucede. No obstante, con el paso de los siglos y especialmente en las últimas décadas, las voces que niegan la existencia de Dios o que afirman que no es un ser de bondad y misericordia se han multiplicado. Tal vez sea consecuencia de una sociedad que no se encuentra a sí misma en medio del océano del individualismo, o como afirmó G.K Chesterton: “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”. Mucha gente cree que la ciencia se ha encargado de desmontar la religión, pero si se estudia la forma de pensar de la gente que forjó el mundo, se verá que muchos de ellos tenían la concepción que Dios y la ciencia iban de la mano; La ciencia se encarga de comprender el origen y la naturaleza del mundo que Dios creó. En relación a lo anterior, Louis Pasteur dijo una vez que” un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a él”.
La gracia de la ciencia radica en que todas las cosas que suceden deben tener un origen, una causa, y que es deber del hombre encontrarla a partir de argumentos fundamentados en pruebas. La existencia de Dios, por otro lado, no puede ser probada empíricamente; pues la ciencia solo estudia los rastros que dejó la creación y su funcionamiento, pero se niega a conocer a Dios como el origen primordial de las cosas porque no puede demostrar su inexistencia. George MacDonand, un gran poeta escoses escribió una vez que, si existe Dios y alguien no lo ha buscado, entonces sería un pequeño consuelo para esa persona el recordar que no puede obtener pruebas de su existencia. Algo similar afirmó Roger Jastrow, un distinguido astrónomo y geólogo, “Para el científico que ha vivido basando su fe en el poder de la razón, la historia acaba como un mal sueño. Él ha escalado las montañas de la ignorancia, y está a punto de conquistarla última cumbre, se estira para ganar la roca final … y al llegar a la cúspide es recibido por un puñado de teólogos que han estado sentado allí por siglos”.
Es posible que en nombre de la ciencia la sociedad haya decidido hacerse la ciega a la existencia de Dios. En la actualidad las personas pueden aislarse de su entorno con aparatos móviles que no superan los 5”x2.5”, pueden ver programas de televisión que los hace sentir bien consigo mismos y les hace olvidar la realidad en que su nación se encuentra, pueden buscar en miles de páginas de internet información sobre quienes son e ignoran que pueden encontrar más información preguntándose a sí mismos mientras contemplan el cielo en una noche estrellada, tal vez así percibirían la existencia de Dios. Juan Vives, un humanista español, afirmó que “No hay cosa en todo el universo, grande ni pequeña, que, si miras su principio, también su naturaleza, propiedad y fuerza, no te pongas en camino para considerarla maravilla de Dios”. Se podría afirmar que la insensibilización de la sociedad es un factor que la aleja de Dios y la hace dudar de su existencia. Bien León Tolstoi afirmó el siglo pasado que “Dios existe, pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber”, tal vez si el ser humano, como afirmó Blaise Pascal, lograse utilizar el corazón y no la razón para llegar a Dios, se daría cuenta que siempre ha estado con nosotros y entre nosotros.