Bogotá 17 de mayo del 2018
Qué es la misa y sus fines?
Es un ENCUENTRO con el Padre Celestial, nuestro Creador, con Jesucristo nuestro Redentor y Salvador y con el Espíritu Santo, la Persona que nos dará los Dones necesarios para ser felices en esta vida y con ellos poder vivir las Bienaventuranzas que me llevarán al encuentro definitivo con estas tres personas, además se encuentran la Santísima Virgen, San José, todos los ángeles y santos del cielo.
Es el encuentro con la persona más importante del mundo. Por ser tan importante el encuentro, también aquí, tal como lo contemplan los protocolos humanos, se hace un intercambio de regalos y se reafirma la Alianza Nueva y Eterna, que se selló con la sangre de Jesús hace 2000 años.
Para poder celebrar dignamente estos misterios:
1.- Cada uno debe reconocer sus pecados:
Revisando la conciencia con relación a la “Alianza Nueva y Eterna”
2.- Cada uno debe reconocer, también, sus pecados ante los hermanos:
Confesando ante Dios y ante los hermanos, que hemos pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión y que ha sido por nuestra culpa, por nuestra grandísima culpa.
3.- Si hay verdadero arrepentimiento Dios nos justifica:
Como lo hizo con el publicano, que sin atreverse a alzar los ojos al cielo decía: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»
Justificados por Dios, ahora sí podemos participar dignamente en estos misterios tan sagrados.
4.- Justificado y digno de estar en la presencia de Dios, lo reconocemos con una plegaria maravillosa, El Gloria:
“Gloria a Dios en el cielo” …
…Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial” …
…porque solo tú eres Santo, solo tú Señor, solo tu altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la Gloria de Dios Padre”.
Amén.
5.-Comienza entonces el diálogo con Dios:
Con la primera lectura.
Respondemos con un salmo.
Con el Evangelio.
Respondemos con un aleluya porque está entrando el Señor. El evangelio no es un libro, es una persona y por eso nos ponemos de pie.
Dios nos ha estado hablando a través de los profetas, de los evangelistas, de la historia del pueblo de Israel, de los hechos de los apóstoles, de San Pablo, etc.
6.- Decimos después del evangelio: “Palabra del Señor”.
Porque Nuestro Señor Jesucristo habló.
San Agustín dice que la Palabra de Dios es más importante que la Comunión.
Juan, 1
1.En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Porqué es más importante la Palabra que la Comunión misma?
Porqué la palabra también es Dios encarnado y solo ésta nos lleva al Padre celestial, nuestra meta final.
Haciendo una analogía con un barco, la Comunión es como el combustible y el motor, pero La palabra es como la brújula y el timón que dirige al barco a su destino final. Si perdemos la brújula, no importa que tan poderoso sea el motor, no llegamos al destino correcto.
El timón y la brújula son: el Magisterio de la Iglesia Católica y su Tradición.
7.- Reflexión de la palabra del señor. La Homilía. Ojo, no es una catequesis!. La palabra confronta, exhorta, estimula, etc. Es el Alimento Espiritual necesario.
Después del diálogo viene el intercambio de dones.
8.- Ofrecemos los frutos del trabajo del hombre, representados en el agua, el pan, el vino y una ofrenda.
9.- Nuestro Señor Jesucristo se nos ofrece en su persona, su cuerpo, su alma y su divinidad.
10.- Además de lo anterior, yo también me ofrezco, así como Cristo se ofrece.
En el momento en que el Sacerdote, quien es Cristo mismo, (alter Christus) el eterno Sacerdote, vierte una gota de agua que se mezcla con el vino, estamos ofreciendo toda la creación y nosotros con ella, que, al ser consagrados, se divinizan.
¿Qué le estamos ofreciendo a Cristo de nosotros?
Ofrecemos todo lo que hemos recibido de Dios mismo: nuestro ser, nuestra existencia, nuestras cualidades y defectos, nuestros talentos y también nuestras miserias, nuestros sufrimientos y felicidades, nuestras manos y todo lo que hacemos, nuestros pies y a todos los que visitamos, nuestras familias y amigos, nuestro corazón y todos nuestros afectos.
Ofrecemos no volver a pecar, no volver a ofender a Dios ni a nuestros hermanos, no volver a maldecir, solo a bendecir, no volver a criticar, solo a construir, no volver a despreciar, solo a reconocer al desvalido, no volver a odiar, solo a reconciliar, no volver a desperdiciar, solo a dar el mejor uso, no volver a colocarme de primero, sino de último, en fin, hacer nuestro apostolado de acuerdo con los dones que hemos recibido de Dios y viviendo la bella oración de San Francisco de Asís:
Oración de San Francisco de Asís
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe…
Todo lo ponemos al pie de la cruz en el calvario, haciéndonos parte del proceso de redención al igual que Juan y la Santísima Virgen María. Qué gran Misión y honor, contribuir con la redención del género humano, porque Dios salva al hombre con el hombre.
Así, la misa cobra un valor maravilloso, sobrenatural, lo que sucedió el viernes santo sucede en cada misa: el Sacrificio de Cristo, en el lugar llamado el Gólgota.
Se hace presente todos los días, en todo el mundo y a toda hora. Es una sola y eterna misa, a través de la cual se recibe la Gracia del Padre, por los méritos de Cristo y con la fuerza y la luz del Espíritu Santo.
Cristo se nos ofrece nuevamente, el cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo, baja al altar para darnos su cuerpo, su alma y su divinidad, como alimento espiritual, y lo hace con los siguientes fines:
Fines
1.- Para honrarle como conviene, y por esto se llama Latréutico. (Para adorarlo)
2.- Para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama Eucarístico. (Para agradecerle)
3.- Para aplicarle y darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama Propiciatorio. (Para reparación);
4.- Para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama Impetratorio. (Para hacer peticiones). Catecismo de S. Pío X, 660; parte cuarta de los sacramentos, capítulo V.
La Misa es el acto más elevado de toda la religión cristiana. Ya que el Sacramento de la Eucaristía es el centro y el compendio de todo el cristianismo. Incluso los demás sacramentos se ordenan para estos fines.
El Catecismo de la Iglesia católica enseña, que en la Santa Misa se renueva el sacrificio del Calvario. En ella el sacerdote celebrante, que representa a Cristo (alter Christus) consagra el pan y el vino pronunciando una fórmula sacramental (epíclesis) que causa la transubstanciación, transformando las especies en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Qué sucede en la Misa?
Veamos qué nos dice el Señor Obispo Fulton Sheen en su homilía.
Preguntaba él:
-Saben que sucedía en la cruz?
Estaban al pie de la CRUZ:
María, (Inocencia); María Magdalena, (penitencia);
y Juan, (sacerdocio común).
Estos son los tipos de almas que siempre encontraremos al pie de la Cruz.
-¿A quien le habla Jesús?, a su Madre?.
No!
-Saben que está pasando en la cruz?
Hay una boda,
Todas las Escrituras se basan en una Boda;
Dios, por ejemplo le dice al pueblo de Israel:
“Yo soy tu Esposo, tu eres mi Esposa”.
Aquí vemos a María como una Esposa? … Si!
Quién está en la cruz?
El Nuevo Adán!
Quién está al pie de la Cruz?
María,
La Nueva Eva!
Qué está por suceder?
“Unas Nupcias!”
La consumación de un Matrimonio!
El Señor mira a María a sus pies y le dice a su Esposa:
“Mujer, He ahí a tu hijo!” Y a Juan, “He ahí a tu Madre!”
Esta figura de unas nupcias, que vienen del Antiguo Testamento, da comienzo al Nuevo Testamento en la Cruz.
San Agustín lo dijo así:
“El novio celestial viene de sus aposentos, precedido de su séquito nupcial.
Sube a la alcoba nupcial de la Cruz y consume su Matrimonio, no con placer sino con dolor, y se une a La Mujer para siempre”.
Es decir:
La Santísima Virgen María, representa a la Iglesia, que nace en ese momento.
Nuestro Señor, como cabeza de la Iglesia, es el Esposo y María Santísima con Juan, su hijo, dan comienzo a una familia, La Familia de La Iglesia.
Vemos luego en pentecostés, cómo crece esta Familia, con María Santísima a la cabeza, los Apóstoles y todos los que en adelante se bautizarían en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Ustedes los Casados, cuando contrajeron Matrimonio en el altar de Dios, se le dijo al Novio: “Tu representas a Cristo para tu esposa”.
Y a la Novia se le dijo: “Tu representas a la Iglesia para tu esposo”.
San Pablo dijo en carta a los Efesios:
Efesios 5 25“Maridos: amen a sus esposas como Cristo ama a su Iglesia, que se entregó a sí mismo por ella, 26 la purificó y la santificó con la Palabra y mediante el Bautismo del agua.
27 Porque, si es cierto que deseaba una Iglesia espléndida, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada, él mismo debía preparársela y presentársela así para él”.
Vemos entonces el Comienzo de la Iglesia, donde Cristo, el novio celestial, es la Cabeza y la Santísima Virgen María, es el principio de la Iglesia:
La nueva Eva y así como hubo muchos hijos de Eva, así también hay muchos hijos de María, Madre de la Iglesia.
“Y esta es la mismísima razón por la cual, las mujeres no pueden ser sacerdotes”.
“Y la mismísima razón por la cual el Matrimonio Católico es para siempre.”
El Sacrificio de la Eucaristía
Si alguno dijere que el sacrificio de la Misa sólo es de alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del sacrificio cumplido en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades, sea anatema [cf. 1743 DS].
Oración de San Francisco de Asís
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.
Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo, como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Autor: Arturo Dueñas Sánchez.