El amor de Dios a partir de la creación

por: Ing. David Alvarado

Tal vez una de las más grandes pruebas del infinito amor de Dios es habernos regalado un universo igual de grande y una naturaleza curiosa. A través de los siglos, desde la antigüedad, pasando por Newton hasta Einstein el hombre poco a poco ha ido descubriendo la forma en que la creación en realidad funciona. El hombre primero buscó la respuesta en las estrellas, luego en sí mismo y por último en ideas objetivas, trazables y comprobables que se conocen como método científico. No obstante, varios de estos científicos entre más profundizaban en sus conocimientos de sus campos y se maravillaban de la perfección del funcionamiento de su pedacito de mundo, más estaban seguros de que  aquella perfección solo pudo haber venido de Dios. Newton afirmaba que a falta de otra prueba, el dedo pulgar por si solo le convencería de la existencia de Dios. Por su parte, más de dos siglos después, Thomas Edison elogiaba el trabajo de Dios como ingeniero.

No importa donde se vea, todo lo que nos rodea es una maravilla. La forma en que las plantas usan la energía del sol para vivir, el modo como el agua cambia de estados sólido, líquido y gaseoso y de esa forma se mantiene siempre en movimiento. Como la luna gira a 384000Km  de distancia de la tierra y su fuerza gravitatoria da origen a las mareas, nuestra posición privilegiada en el sistema solar en el que la energía proveniente del sol es la necesaria para mantener la vida a base de carbono, originar el flujo convectivo de los vientos y las diferencias en la temperatura del mar que a su vez permite la existencia de las corrientes marinas. Al mismo tiempo, la tierra como imán gigante nos protege del exceso de la energía proveniente del sol con su campo magnético y como resultado podemos observar el espectáculo de las auroras boreales.

Otra de las maravillas que prueban el amor de Dios es nuestra habilidad de observar su creación y tratar de imitarla. Los paneles solares imitan la capacidad de las plantas de convertir la luz en energía, los motores de vapor juegan con los estados del agua para originar energía mecánica, incluso estamos en capacidad de obtener energía eléctrica de las olas y el viento, de navegar siguiendo las líneas del campo magnético de la tierra, de alcanzar nuestro satélite natural y el abismo submarino más profundo.

Por otro lado, la grandeza de la creación de Dios no se limita a nuestro planeta, dentro de nuestro sistema solar se puede observar  el magnífico y perfecto movimiento de los planetas en la nada absoluta alrededor del sol siguiendo una órbita elíptica perfecta con el sol en uno de sus focos tal como descubrió Kepler, siguiendo dicha trayectoria debido a la fuerza de la gravedad de nuestra estrella y el impulso de los astros tal como lo descubrió Newton y complementó Einstein prediciendo la curvatura de la red del espacio-tiempo como consecuencia de la masa del sol.  Las altas temperaturas de Mercurio, los volcanes inertes de Marte, los elegantes anillos de polvo de asteroides que rodean a Saturno, el azul profundo de Neptuno, las grandes tormentas del gigante Júpiter y sus incomparables lunas, desde la lejana y fría Europa; con su núcleo de níquel y superficie de hielo, hasta la inestable y activa Ío   con sus más de 400 volcanes geológicamente activos y erupciones que alcanzan hasta los 500Km de altura.

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