Mi llamado a ser Misionero
por
Juan Carlos González Merlano
Mi nombre es Juan Carlos González Merlano, soy profesional en Finanzas y negocios internacionales, especialista en Mercadeo. Tengo 34 años, actualmente trabajo en una empresa de tecnología y estoy felizmente casado. Espero también que algún día Dios me dé la bendición de los hijos.
Soy una persona amable, alegre, noble y me preocupo mucho por ser una buena persona. Me encanta la música, toco guitarra y bajo. Me gusta mucho el cine y compartir con mis familiares y amigos. Me considero una persona muy familiar, pienso que la familia es un regalo de Dios y cada día que uno pueda aprovechar de su compañía debe hacerlo.
Les quiero contar que no siempre fui así de feliz. He tenido altibajos en mi vida, pero gracias a Dios, por medio de esas pruebas, he podido avanzar en este camino de la vida y de la vida Cristiana- Católica.
Nací en Cartagena en una familia llena de amor, cerca al Mar Caribe y en un ambiente muy sano. Tuve una niñez espectacular, ya que estaba rodeado de los cariños de mis padres, mis abuelos, mis tíos y demás familiares y amigos de la familia. Fui el primero de los primos en nacer, el primer nieto de las dos familias. El consentido.
Gracias a Dios y a mis padres, entré a estudiar a un colegio Católico, por lo tanto, desde niño tuve una buena cercanía con Dios y para mí eran familiares la Eucarística y las oraciones, además que mis abuelas lo complementaban en casa y lo mismo mi Madre.
En la adolescencia fui muy alegre y amiguero. Pertenecía a una banda y en el colegio participaba en todas las actividades culturales. Empecé a interesarme en las mujeres también y tuve novias, aunque siempre tenía relaciones largas.
Todo iba marchando bien, hasta que entré a la Universidad y conocí un mundo nuevo. Lo que me ofrecía el mundo. Me mudé a Bogotá, la capital, y comencé a tener experiencias nuevas: parrandas, rumbas, mucho alcohol, drogas a mi alrededor y una supuesta libertad que era más bien libertinaje.
Comencé a abusar de esa llamada libertad y me alejé de Dios. Mucho. Seguía creyendo en Él, pero no le creía a Él. Tenía a un Dios a mi manera, el que me convenía. Deje de asistir a la misa dominical, dejé de orar, dejé de recibir y practicar los sacramentos y bueno… ya saben el resultado… todo fue yendo a pique.
Cursando 3er semestre de la Universidad entré en una depresión terrible y no entendía por qué. Recuerdo que me preguntaba muchas veces que era lo que me pasaba en realidad. Porque aparentemente lo tenía todo: amigos, amigas, novia, mis padres, familiares, todas las cosas materiales, estudiaba en una de las mejores Universidades…entonces… qué faltaba? Por qué ese vacío?
Por supuesto, a lo que nos lleva el mundo, es a llenar el vacío con drogas, alcohol, fiestas, superficialidad, poder, sexo desenfrenado, comprar cosas que realmente no necesitamos… en fin, a vivir lo más alejados de Cristo y a pensar solo en lo momentáneo, y en uno mismo.
Finalmente y gracias a Dios, volví con mi familia a Cartagena y empecé un capítulo nuevo. Aunque, todavía sin Dios.
Tuve un período muy duro de la depresión pero gracias al apoyo de mi familia (y de Dios y la Santísima Virgen) salí adelante. Pronto llegaría el cambio de la mano de Dios.
Sin embargo, a pesar de los llamados de Dios de una u otra forma, no le hice caso. Tuve una novia con la que me fui a vivir en Unión Libre. Me devolví a Bogotá y empecé nuevamente a vivir en pecado. De todas formas, si de algo doy fe, es que Dios no se da por vencido con uno. Nos ama demasiado.
Dios sabe como hace las cosas, y después de un poco más de 3 años terminé la relación que tenía en ese momento. Fue doloroso porque igual la había amado mucho y había aprendido muchas cosas bonitas, pero era evidente que estaba buscando el amor de Dios en cosas terrenales o en personas.
Entré a trabajar en una empresa y allí conocí a la mujer de mi vida. No solo era la mujer más bella sino que era la más cercana a Dios que había conocido. Me exhortaba, me regañaba y no me aplaudía mis excesos como los demás lo hacían. Eso me encantó. Su palabra era cortante, llena de verdad… como la de Jesús.
Justo entré en el momento más decadente, pues claro, el Demonio, que sí existe, empezó a doblar sus esfuerzos para que me perdiera y entré a hacer cosas aún peores en mi vida. Pero gracias a Dios y a la Virgencita María, me pusieron ese Ángel que hoy tengo como esposa.
Ella un día me llevo a que hiciera una Confesión y desde allí todo cambió poco a poco. Empezó el proceso real de conversión. Comencé a asistir a misa los domingos nuevamente, a leer la Biblia y a asistir a congresos de Sanación y Liberación.
Recuerdo mucho un congreso de sanación y liberación en el que por primera vez, ví el mal en acción. Era escalofriante. Vi como el mal tiene poder sobre nosotros, pero también ví como ante Dios todo se doblega. Vi el Poder de Dios y su Amor. Fue impresionante.
Por eso, mi proceso de conversión ha sido por un gran cumulo de situaciones, experiencias y personas. Y aún sigo. Pero lo que realmente me impacta es el sentir que tuve mis ojos vendados por mucho tiempo. Es como si ahora hubieran visto el camino de la Luz, el camino el cual seguir. Ese es Jesús. También me impresiona el Amor de Dios por nosotros. Al quitarme esa venda, veo como Dios día a día nos da regalos de toda clase. Me considero un hijo consentido de Dios. Es impresionante. Al estar en este camino, tratando y tratando de seguir a Jesucristo y tratando de permanecer fiel a sus mandamientos y a su palabra, veo como Dios me premia, me consiente, me da lo que quiero. Me da vergüenza porque sé que no lo merezco. Pero es que su amor es inmenso, no se puede cuantificar.
Realmente seguir este camino me hace feliz. Te invito a que no solo creas en Dios sino que le creas a Dios, porque sus promesas se cumplen.
Para rematar, mi actual esposa en esos primeros pasos de bebé en el camino de conversión, me llevó a rezar el Santo Rosario todos los miércoles en el Rosario de Dios Padre. Me sentí feliz, acogido y me conmovió el saber que había más gente que experimentaba esto tan bueno. No era el único.
Pasó el tiempo y me fui acercando un poco más a Dios y aquí viene algo interesante. Justo cuando me sentía más cerca a Él, me quedé sin trabajo. Por qué? Qué pasó? Como me pasa esto a mí? Por qué si trato de cumplirle, de acercarme, de ser bueno con los demás… me hace esto?
Bueno, como dice nuestro Señor Jesucristo: “Quien quiera seguirme, niéguese a si mismo, tome su Cruz y sígame”. A uno le enseñan equivocadamente que es mejor no sufrir, que debemos huirle a los pesares y a los tormentos.
Lo que uno no sabe es que Dios nos pone esas pruebas en el camino por nuestro propio bien. Por algo mejor. Por un bien superior. Por la purificación de tu alma.
Al quedar sin trabajo, tuve todo el tiempo para dedicárselo a Él. Y eso hice. Los frutos de esa persistencia y de esa confianza en Él fue el llamado a esta Misión. A la Misión Io Eros. Y ahora, no solo me dio un buen trabajo sino que tengo 2. Un trabajo para él y otro trabajo para mantenerme en este mundo.
Desde este llamado soy otra persona. Y si bien hay altibajos, poco a poco me convierto en otra persona, una persona más de Dios. Sigo siendo un vil pecador, pero ya he aprendido a caerme, pegarme duro, rasparme las rodillas y levantarme de nuevo. Lo importante no es el hecho de no caerse sino el de caerse y saberse levantar y seguir.
Es difícil ir por este camino, pero al lado de Jesús, la carga se hace llevadera. Y la aprendemos a llevar con alegría. Poco a poco, he venido dejando las cosas del mundo y me he quedado con lo más valioso, aunque me falta mucho.
Desde este llamado, he visto la Magnanimidad de Dios. Sus mensajes se cumplen, son veraces, son cortantes, te traspasan el corazón. Es la Verdad. La Verdad causa ese efecto. Por esto creo firmemente en los mensajes de Dios.
Creo en esta manifestación porque he visto el Poder de Dios, su Sabiduría, su Amor. Sus mensajes se cumplen cada día que pasa y desde que fui llamado tengo amor en abundancia, como nunca antes. También creo porque desafortunadamente he visto como está el mundo de decadente y aun así, seguimos en el Pecado. Poco a poco, estamos destruyendo toda la Creación y confió plenamente en que algún día debe parar. Para nadie es un secreto que estamos mal. Y particularmente, añoro el día en que realmente haya paz en el mundo y en nuestros corazones. El día en que nos aprendamos a amarnos y a amar a Dios sobre todas las cosas.
Te invito a que seas parte del Reino de Dios. Te invito a que reflexiones sobre tu vida y comiences a dejarte amar por Dios y a dejar lo que no te llenará nunca.
Comienza Hoy!
Él te espera con los brazos abiertos.
Dios existe y los testimonios están enmarcados en él, porque su poder es infinitamente misericordioso y demuestra que si lo seguimos con paciencia y fe los caminos se darán como tu lo desees. Los invito a que analicen cada frase de este testimonio y observarán que se parece al de cada uno. Ensaya y hágalo hay sorpresas.
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